Nosotros, como Cuerpo de Cristo, continuamos reflexionando sobre el don más extraordinario que Jesús nos da una y otra vez: el don de la Eucaristía. Me gustaría compartir una reflexión sobre la Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistía de San Juan Pablo II.
"Cuando pienso en la Eucaristía, mirando mi vida de sacerdote, de Obispo y de Sucesor de Pedro, me resulta espontáneo recordar tantos momentos y lugares en los que he tenido la gracia de celebrarla... He podido celebrar la Santa Misa en capillas situadas en senderos de montaña, a orillas de los lagos, en las riberas del mar; la he celebrado sobre altares construidos en estadios, en las plazas de las ciudades... Estos escenarios tan variados de mis celebraciones eucarísticas me hacen experimentar intensamente su carácter universal y, por así decir, cósmico. ¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo. Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda la creación." (Par. 8)
Es bastante claro que el Santo Papa siente profundamente la conexión íntima entre la Eucaristía con toda la creación, con todo lo que somos como humanos. Para Él, la Eucaristía no es algo que sólo se hace en un espacio pequeño y reducido a una hora determinada. Más bien, la Eucaristía toca todo y a todos de una manera cósmica y misteriosa.
Cuando venimos aquí, a la parroquia de San Francisco, a celebrar la Eucaristía, ¿nos sentimos como si estuviéramos saliendo del mundo real y entrando en algún reino de fantasía? ¿Hay una atmósfera de irrealidad en nuestra celebración de la Misa? Cuando estamos aquí, ¿nos sentimos desconectados de nuestra vida cotidiana? Si algo de esto es cierto, es necesario volver a centrarnos en el verdadero significado de la Eucaristía.
"Para que esto suceda, cada fiel debe asimilar, mediante la meditación personal y comunitaria, los valores que la Eucaristía expresa, las actitudes que inspira, la resolución a la que da lugar". (Par. 25) En otras palabras, tenemos que establecer continuamente la conexión entre nuestra celebración de la Eucaristía y la vida que todos nosotros vivimos día a día. Permítame que mencione al menos tres elementos que debemos tener en nuestra vida cotidiana para que reflejen lo que sucede cada vez que venimos a celebrar la Sagrada Eucaristía.
A) Acción de Gracias y Alabanza:
La misma palabra "Eucaristía" significa "acción de gracias". En cada celebración ofrecemos gracias al Creador por todo lo que es. En nuestra vida cotidiana, se nos pide que hagamos lo mismo. ¿Cuántas veces nos quejamos? Parece que muchos de nosotros encontramos defectos en muchas cosas. Esto puede convertirse en un hábito tan arraigado que, al cabo de un tiempo, ni siquiera nos damos cuenta. Nuestra primera reacción ante algo no es ver lo que está bien, sino lo que está mal. Nos volvemos hipercríticos. Vivir así no es vivir como una persona eucarística.
En cambio, si cultivamos la actitud de gratitud, reconoceremos más fácilmente los muchos dones que Dios nos envía continuamente. Esta actitud también nos acerca a los demás, porque llegamos a ver lo bueno de las personas, en lugar de ver los pequeños defectos que permitimos que nos molesten.
B) Sacrificio:
"La Eucaristía está marcada indeleblemente por el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor, del que no es sólo un recuerdo, sino la re-presentación sacramental". (Par. 11)
Muchas veces en nuestras vidas, somos llamados, llamados al sacrificio. Puede ser nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestra propia comodidad personal, incluso nuestros sueños a veces; sea lo que sea, los sacrificios no son fáciles. Recurren a nuestros recursos espirituales más profundos.
Cada vez que respondemos a la llamada a dar de nosotros mismos, nos unimos a Cristo, que se entregó en la Cruz. Cuidar a un cónyuge o a un amigo enfermo, a un padre anciano o a un niño desvalido, dar nuestro dinero para que otros puedan alimentarse y tener una casa: todo esto y mucho más es un signo de que vivimos la Eucaristía en nuestra vida cotidiana.
Y por último, Solidaridad - Compartir:
En la Eucaristía nos reunimos en torno a la mesa del Señor como una familia universal, y permitimos que el Señor Jesús nos una de la manera más profunda posible al compartir el Pan Eucarístico, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Cada vez que hacemos un verdadero esfuerzo para que nuestra familia humana sea más familia, estamos celebrando verdaderamente la Eucaristía. Cada vez que ofrecemos perdón, traemos sanación, edificamos a nuestra familia, nos acercamos a amigos y extraños, estamos celebrando la Eucaristía.
Busquemos un sentido profundo del ser para ser personas de Eucaristía.
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